por Milagro Barahona Montoya
No es un misterio para ningún creyente que la entrega de Jesús fue plena, completa y entera para la reconciliación de la humanidad con su creador, fue una entrega plena en el amor verdadero y que si traemos a colación ese momento en el Getsemaní cuando dijo “Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya” podemos decir que es una entrega en obediencia al Padre, si analizamos el caminar, recorrido y enseñanzas de Jesús, entendemos que el nos enseña a cómo lograr esa entrega y lo recalca diciéndonos “Yo Soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6), él nos enseña tantas cosas que por ejemplo miremos en (Mt 6, 21) “En donde este tu tesoro, allí estará tu corazón” o en (Mt 6, 33) “Busquen el reino de Dios y lo demás será dado por añadidura”
Ahondemos un poco más, Jesús también nos habla de la humildad, pues nos dice en la palabra (Mt 11, 29) “ Tomen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mi que soy manso y humilde de corazón y hallarán descanso para las almas”, con cuanta frecuencia utilizamos de forma incorrecta la palabra humildad, pensando que el ser humildes es mantenernos en la carencia material o economía, incluso mantener una postura sumisa y evitar el “sobre salir” sin embargo el significado de la palabra humildad que Jesús nos enseña es saber quien es Dios y entender quién soy yo, tristemente a lo largo de la historia vemos como el hombre en su fragilidad y debilidad se le olvida quien es el todopoderoso y el creador de todo lo visible e invisible, buscando endiosarse así mismo dejando de lado al Padre eterno, ahora bien, regresemos un momento a esa escena en el Getsemaní, imagínatela, imagínate a esa segunda persona de la Trinidad, al Dios Hijo, en ese momento de angustia, decir “Padre si esta copa no puede ser apartada de mi sin que yo la beba, que se haga tu voluntad”… ves como Jesús se despoja de sí mismo y acepta en amor, humildad y obediencia al Padre… ¿lo ponemos en práctica?