María, Tabernáculo del Espíritu Santo, ejemplo de carismas…
septiembre 14, 2020La Entrega de Jesús
octubre 14, 2020Por: Milagro Barahona Montoya
En el evangelio de Mateo vemos la siguiente frase de Jesús: “Misericordia quiero, más no sacrificio” algunas traducciones de la Biblia lo exponen de la siguiente manera en (Mt 9, 13) “Me gusta la misericordia más que las ofrendas, pues no he venido a llamar a justos, sino pecadores” pero ¿Qué es la misericordia?
La misericordia es un termino tan profundo que lo abordaremos como lo han expuesto algunos sacerdotes, en este caso como el Padre Bernardo Moncada en una de sus predicaciones. Al hablar de misericordia debemos notar tres raíces en ella: La primera, “misere cordis” que es abrir el corazón ante la miseria del otro, la segunda, desde el término “splágncha” que es amar desde las entrañas y la tercera desde la palabra “Eleison” que denota un amor tierno y cariñoso.
Sabemos que Dios, es un Dios de amor y que es infinito es su misericordia, pero reflexionando en las palabras de nuestro Señor Jesús, preguntémonos ¿estoy siendo yo misericordioso con los demás? Y de manera mucho más profunda ¿He reconocido mis miserias? Esta pregunta nos lleva a una introspección mucho mayor si vemos esta pregunta desde dos ópticas, la primera ¿permito verdaderamente que el Espíritu Santo, espíritu de verdad, me muestre mis miserias o fragilidades y guíe mi proceso? Y la segunda es, si en la medida en que veo y reconozco mis miserias y del fango que Dios todo poderoso me ha sacado podré mirar con ese amor tierno a mis hermanos ¿Realmente estoy viviendo la “Doctrina de amor” de Cristo Jesús? Y es que la propia liturgia nos guía en este caminar, esta misma semana el evangelio nos mostraba el pasaje de (Lc 6, 42) “Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, deja que te saque la pelusa que tienes en el ojo, si tu no ves la viga en el tuyo, Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano” nuestro Señor Jesús nos muestra en su gran sabiduría que debemos vernos a nosotros mismos, quizá este proceso sea incomodo o doloroso, pero ¿qué tan dispuestos estamos a descender en nuestras propias profundidades? Santa Teresa de Calcuta lo decía de esta manera “Quién dedica su tiempo a mejorarse así mismo no tiene tiempo de criticar a los demás”
Ahora bien, hagamos una pausa, regalémonos un momento y respondamos estas preguntas, reflexionemos en un pequeño “análisis de consciencia” solicitando al Espíritu Santo su luz y discernimiento: ¿Estoy realmente siendo consciente de las oportunidades de mejora en mí? Cuando decimos, Espíritu Santo, amor del Padre y del hijo, Espíritu Santo fuego renovador ¿Permito verdaderamente que ese amor y fuego renovador me ame y renueve? ¿aún sigo poniendo el freno de mano a la divina acción del Padre? ¿Soy consciente de mis propias distracciones? ¿cómo es mi reacción y comportamiento ante alguna acción errada o falta de un familiar, amigo, comunidad?
¿Estoy mirando a los demás como Jesús o estoy formando resentimientos en mi corazón? ¿Estoy siendo realmente una custodia viva del Señor mediante la misericordia para con los demás?
Recuerda Hermano, sea largo o corto tu caminar, aquel que vive y reina en los cielos desborda en misericordia y amor, no dudes en acudir a él para que en su inmensidad y majestad te conceda la gracia de ver a los demás con misericordia, amor y ternura independientemente de sus fragilidades y fallas, reconociéndonos primero a nosotros mismos frágiles y pecadores pues el Padre ha sido misericordioso con cada uno de nosotros.