
COMUNICADO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA “PANAMÁ NOS NECESITA A TODOS”
julio 4, 2025Por: Milagro Barahona Montoya.
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, este texto lo podemos encontrar en el evangelio de San Mateo 16, 24… este pasaje lo hemos leído o escuchado dentro de la liturgia de nuestra iglesia, sin embargo, cuantas veces lo hemos meditado con la consciencia debida para llegar al entendimiento o comprensión de la profundidad de las palabras de nuestro Señor Jesús.

Ser discípulo de Jesús exige de nosotros el negarse a sí mismos, el detalle es, que para que podamos ejercitarnos en ese negarse, debemos conocernos a nosotros mismo y esto implica: reconocer nuestras bondades, aspectos de mejora, pero también nuestros vicios, debilidades y fragilidades. De esto también nos habla nuestro Señor cuando nos dice en las sagradas escrituras: no mires la brusca en el ojo de tu hermano, mira la viga en el tuyo, tristemente esta es una frase que, en muchas ocasiones de saca de contexto, cuando en realidad es una invitación de nuestro Señor para que hagamos ese Duc in altum, ese navegar mar adentro de nosotros mismos, pero de su mano… y que más adelante nos lo recuerda San Pablo en la segunda carta a los corintios 13, 5: “Examínense y vean si permanecen en la fe. Pruébense a sí mismos. ¿Están seguros de que Cristo Jesús está en ustedes?”
En ese mirarnos a nosotros mismos, es que vamos descubriendo las habitaciones de nuestro corazón que incluso aún se encuentran con puertas cerradas porque nos atemoriza ingresar en ellas, por lo doloroso que pudo ser un evento que nos marcó, así como también las heridas que pueden estar condicionando nuestro desenvolvimiento y actuar con los demás, contribuyendo al fraccionamiento o debilitamiento de la fraternidad en la vida comunitaria o en nuestras relaciones personales. Este aspecto es de suma importancia porque, así como crecemos y maduramos en espiritualidad, de igual forma en nuestra parte humana y psicológica debemos trabajarla y ordenarla.
Veamos un ejemplo, una persona que, a una temprana edad, fue marginada, rechazada, insultada al punto de sentirse invisible en su entorno, va creciendo y formándose con un comportamiento quizá introvertido, ahora bien ¿qué sucede cuando esta persona, es ya adulta? Independientemente del ambiente en el que se desenvuelva va desarrollando comportamientos, con una tendencia a aislarse, ensimismarse, le cuesta integrarse, pero más allá puede experimentar el sentirse rechazada o excluida, aunque en la realidad no sea así… si esta persona no toma consciencia de su propia situación ¿cómo va a corregirse? y ¿cómo va a permitirle al Señor que derrame su misericordia haciendo de su vida una nueva historia? ¿cómo ejercitar ese negarse a sí mismo cuando no ejercitamos ni maduramos en un dominio propio?
No nos quedemos solo en el tema de las heridas, es una realidad que de alguna u otra forma debemos ser conscientes de este aspecto de nuestra vida, pero no hagamos de nuestro proceso de sanación, la justificación para no adentrarnos de manera concreta en nuestra propia conversión, por ejemplo, en otros aspectos o área de nuestra vida, como lo es una falta de perdón…
Si bien es cierto, al hablar del perdón es necesario hacer mención, que es una gracia que Dios derrama al alma para soltar las amarras de la amargura que anidan en el corazón y es un proceso, sin embargo, esa es la parte espiritual, pero en la parte humana tenemos algo que se llama voluntad, es decir, está en nosotros mismos cortar con ese dialogo interno, cuando vengan a nuestra mente los recuerdos, de aquella ofensa, calumnia, engaño, trampa, etc… la pregunta es ¿somos conscientes de esto? ¿realmente nos estamos negando a nosotros mismos? O es mayor la sed de venganza disfraza, cuando nos quedamos enganchados con recuerdos o situaciones de 10 años atrás, 20 años atrás o hasta 50 años atrás, cayendo en actitudes pasivo agresivas e incluso en actitudes que solo alimentan nuestra propia debilidad.
Sigamos profundizando el tema del perdón, una gran verdad es que cada uno de nosotros en algún momento ha herido o ha ofendido a otro hermano, lo cual nos lleva a preguntarnos ¿cómo andamos en esta revisión? Muchas veces nos quedamos solo, en que hemos sido ofendidos, sin mirar las veces que hemos sido nosotros causa de ofensas y más al fondo, las veces que debemos reconciliarnos con Dios, porque le culpamos, porque le reclamamos, porque cuestionamos por qué permite tal o cual situación en nuestras vidas y si seguimos adentrándonos a una mayor profundidad, incluso es válida la pregunta ¿te has perdonado a ti mismo?
Hemos visto temas espirituales al referirnos a sanación interior, temas de moral católica al hablar del perdón, ahora bien ¿cómo andamos en nuestras pasiones o afectos?
Debemos ser muy sinceros con nosotros mismos y reconocer si somos orgullosos, vanidosos, engreídos, jactanciosos, envidiosos, incluso cuando no somos ni siquiera genuinos con nosotros mismos, si somos impacientes, pasionales, etc… es necesario que reconozcamos nuestra propia fragilidad para que podamos cada día trabajar en una verdadera metanoia y así ejercitarnos en ese “niéguese a sí mismo” …
El Padre Jesús Urteaga Loidi en su libro: Los defectos de los Santos, hace mención a un pasaje de la vida de San Alfonso María de Ligorio y narra lo siguiente: “a la edad de ochenta años, decía a una persona: si hemos de discutir, dejemos que la mesa esté entre los dos; yo tengo sangre en las venas”… esto nos deja ver el temperamento de este Santo, no obstante al dominarse, pero sobre todo en ese ejercicio de negarse, es conocido hoy como Doctor de la iglesia y es el autor de varias obras entre las que destacan: Teología Moral en 1748 y Las Glorias de María en 1750. Recuerdan que en líneas anteriores mencionamos el texto de la brusca en el ojo del hermano, una buena pregunta con este pequeño destello de la vida de San Alfonso María de Ligorio sería ¿Qué tan distraídos estamos mirando el exterior? Cuando tenemos bastante trabajo por delante con nosotros mismos y con la llamada que nos hace Jesús…
Sigamos profundizando porque ¿qué sucede con las situaciones del día a día que el Señor nos permite vivir para moldearnos? ¿cómo reaccionamos? ¿cómo las vivimos? El Padre Lorenzo Scupoli nos da luces en uno de sus escritos, en el libro el Combate Espiritual nos encontramos con lo siguiente: “el orgullo que nace con nosotros se reprime mucho mejor con los malos tratos que recibimos de nuestros enemigos que con dolores y mortificaciones voluntarias. La segunda es que, sufriéndolos con paciencia, hacemos lo que Dios nos pide y lo que es de su gloria, porque conformamos nuestra voluntad a la suya, para que su bondad y poder brillen por igual, y que de un hecho tan malo como es el mismo pecado, recojamos excelentes frutos de virtud y santidad”.

Sigamos profundizando el tema del perdón, una gran verdad es que cada uno de nosotros en algún momento ha herido o ha ofendido a otro hermano, lo cual nos lleva a preguntarnos ¿cómo andamos en esta revisión? Muchas veces nos quedamos solo, en que hemos sido ofendidos, sin mirar las veces que hemos sido nosotros causa de ofensas y más al fondo, las veces que debemos reconciliarnos con Dios, porque le culpamos, porque le reclamamos, porque cuestionamos por qué permite tal o cual situación en nuestras vidas y si seguimos adentrándonos a una mayor profundidad, incluso es válida la pregunta ¿te has perdonado a ti mismo?
Hemos visto temas espirituales al referirnos a sanación interior, temas de moral católica al hablar del perdón, ahora bien ¿cómo andamos en nuestras pasiones o afectos?
Debemos ser muy sinceros con nosotros mismos y reconocer si somos orgullosos, vanidosos, engreídos, jactanciosos, envidiosos, incluso cuando no somos ni siquiera genuinos con nosotros mismos, si somos impacientes, pasionales, etc… es necesario que reconozcamos nuestra propia fragilidad para que podamos cada día trabajar en una verdadera metanoia y así ejercitarnos en ese “niéguese a sí mismo” …
El Padre Jesús Urteaga Loidi en su libro: Los defectos de los Santos, hace mención a un pasaje de la vida de San Alfonso María de Ligorio y narra lo siguiente: “a la edad de ochenta años, decía a una persona: si hemos de discutir, dejemos que la mesa esté entre los dos; yo tengo sangre en las venas”… esto nos deja ver el temperamento de este Santo, no obstante al dominarse, pero sobre todo en ese ejercicio de negarse, es conocido hoy como Doctor de la iglesia y es el autor de varias obras entre las que destacan: Teología Moral en 1748 y Las Glorias de María en 1750. Recuerdan que en líneas anteriores mencionamos el texto de la brusca en el ojo del hermano, una buena pregunta con este pequeño destello de la vida de San Alfonso María de Ligorio sería ¿Qué tan distraídos estamos mirando el exterior? Cuando tenemos bastante trabajo por delante con nosotros mismos y con la llamada que nos hace Jesús…
Sigamos profundizando porque ¿qué sucede con las situaciones del día a día que el Señor nos permite vivir para moldearnos? ¿cómo reaccionamos? ¿cómo las vivimos? El Padre Lorenzo Scupoli nos da luces en uno de sus escritos, en el libro el Combate Espiritual nos encontramos con lo siguiente: “el orgullo que nace con nosotros se reprime mucho mejor con los malos tratos que recibimos de nuestros enemigos que con dolores y mortificaciones voluntarias. La segunda es que, sufriéndolos con paciencia, hacemos lo que Dios nos pide y lo que es de su gloria, porque conformamos nuestra voluntad a la suya, para que su bondad y poder brillen por igual, y que de un hecho tan malo como es el mismo pecado, recojamos excelentes frutos de virtud y santidad”.

Por otra parte, la moral cristiana católica nos enseña que “sentir no es consentir” en cuanto a las tentaciones, pero pudiéramos preguntarnos ¿cuántas veces nos quejamos de nuestras situaciones de vida, problemas o dificultades?
Mis hermanos el negarse a sí mismo es negar tu apetencia, tu gusto por hablar de más, tu gusto por justificarte diciendo: “yo soy así”, negarse a sí mismo, es rechazar ese gusto por ser admirado, reconocido o aplaudido, negarse a sí mismo es dejar de vivir de falsa humildad cuando queremos mostrar una piedad que aún no hemos verdaderamente desarrollado, negarse a sí mismo es cuando dejamos de buscar protagonismos para que verdaderamente Jesús sea el protagonista y centro de todo, negarse a sí mismo es dejar toda máscara de rectitud cuando lo que opera en el interior es rivalidad, competencia y orgullo, negarse a sí mismo es dejar utilizar expresiones como: “yo perdone” pero mis actitudes, acciones y comentarios están envueltos en rencor, negarse a sí mismo es dejar de juzgar a priori, cayendo en juicios temerarios por mis propios prejuicios y por las habladurías mal sanas que puedo estar teniendo en lo privado, negarse a sí mismo, es dejar de lado nuestro egoísmo por buscar solo nuestro propio interés, negarse a sí mismo es dejar de escuchar lo que no debo ni me compete, negarse a sí mismo, es dejar de levantarle falsos, con tal de mantener un estatus ante los demás, negarse a sí mismos es que nuestro amor por Jesús sea mayor que nuestro amor propio, dando el verdadero combate ante aquello que alimenta el vicio para poder crecer en verdadera virtud, pero sobre todo negarse a sí mismo es cuando mi voluntad busca alinearse a la voluntad de Dios a imitación de Jesús cuando dijo “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42).… ¿cómo esta nuestra voluntad hoy? ¿queremos hacer la voluntad del Padre o queremos seguir nuestros propios deseos, impulsos, anhelos o nuestras obstinaciones? Lo que equivale a buscarnos a nosotros mismos y no negarnos realmente…
También en el libro Combate espiritual, el Padre Scupoli tiene estas líneas: "Oh, Dios mío, ¿cuándo me armaré de paciencia, como de un escudo para resistir los dardos de mi enemigo?;Cuándo te amaré hasta el punto de recibir con alegría todas las aflicciones que te agradé enviarme? ¡Oh, vida de mi alma, nunca viviré para tu gloria, plenamente contento entre los sufrimientos! Qué feliz sería, si en las llamas de la tribulación yo ardiera de ganas de consumirme para servirte" a esta última frase deberíamos llegar...
Ahora bien, miremos estas palabras de Santa Faustina en el numeral 56 de su diario: “Oh Dios mío, entiendo bien que exiges de mí la infancia espiritual, porque me la pides continuamente a través de tus representantes. (22) Los sufrimientos y contrariedades al inicio de la vida religiosa me habían asustado, me habían quitado el valor. Por eso rogaba continuamente que Jesús me hiciera más fuerte y me concediera el vigor de su Santo Espíritu para poder cumplir en todo su santa voluntad ya que desde el comienzo conocía y conozco mi debilidad. Sé bien lo que soy por mí misma, porque Jesús descubrió a los ojos de mi alma todo el abismo de mi miseria y por lo tanto me doy cuenta perfectamente que todo lo que hay de bueno en mi alma es sólo su santa gracia. El conocimiento de mi miseria me permite conocer al mismo tiempo el abismo de Tu misericordia. En mi vida interior, con un ojo miro hacia el abismo de miseria y de bajeza que soy yo, y con el otro hacia el abismo de Tu misericordia, oh Dios”.
Hermano sea tu caminar largo o corto, hagamos las pausas necesarias, cultivemos el habito de realizar nuestro examen de consciencia para poder ir comprendiéndonos mejor, poder revisar porque actuamos o respondemos de cierta manera ante alguna situación o persona, saquemos nuestro espacio de reflexión a la luz y guía del Espíritu Santo para permitirle a la gracia de Dios que transfigure nuestro corazón con el corazón de Jesús, para dar esos pasos como verdadero discípulo y negarnos a nosotros mismos, seguir trabajando en nuestra conversión, para entonces de esta manera ver en nuestras cruces de cada día la oportunidad de perseverar con pie firme en esta carrera por la corona que no se marchita.