Realmente estamos creciendo en gracia y virtud, desprendiéndonos y muriendo cada día a ese hombre viejo en nuestro seguimiento a Jesús… o en mi peregrinar, independientemente del camino ya recorrido he hecho de mi encuentro personal con el Señor, un camino de observancia en la ley, cayendo en los formalismos, legalismos y hasta sectarismos en mi comunidad…
La carta a los Gálatas en una exhortación del apóstol San Pablo a vivir desde la Fé nuestro seguimiento a Jesús, es decir, entregándonos a Dios y su santo misterio, no desde la rigidez de la ley… que hoy en día podrían ser nuestras propias estructuras, posturas y conductas; entonces preguntémonos hoy… he crecido en mi docilidad al Santo Espíritu o simplemente mis días se vuelven un itinerario de actividades por cumplir que me llevan al juicio indiscriminado en el actuar de los hermanos basados en una observancia carente de toda caridad…
Esta carta nos recuerda el tema de la corrección, suceso entre San Pedro y San Pablo, ejemplo de corrección que edifica por el bien de los hermanos y de la comunidad misma; ahora bien, en nuestros entornos, lugares o ambientes ¿Cómo realizo la corrección fraterna? ¿Desde mi humanidad, racionalidad y pensamiento o desde las enseñanzas dadas por el propio Cristo y sumado a esto desde un corazón misericordioso? Incluso esto da pie a otra gran pregunta, ante estas situaciones: ¿Cómo está mi recta intención o pureza de intención?
¿Realmente busco edificar y mantener la unidad en la comunidad, pastoral, grupo, etc. o simplemente me estoy buscando a mi como persona y en realidad mi actuar solo es el reflejo de que solo estoy buscando agradar a otros para recibir reconocimientos sin discernir cuál es la voluntad de Dios ante una situación?.
San Pablo nos dice en Ga 2, 20 “y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi” en mi actuar, en mi hablar, en mi día a día… ¿es Cristo que vive en mí? ¿Soy expresión de los frutos del Espíritu Santo en cuanto a la compresión hacia los demás, generosidad, dominio de sí mismo, etc.?
Si bien es cierto la conversión es día a día, momento a momento, sin embargo, tal cual lo dice San Pablo Ga 6,7 “No se engañen, al final cada uno cosechará lo que ha sembrado” se trata de regresar siempre al primer amor y cultivar mi encuentro con el Señor, profundizar en su santa palabra, no solo para aprenderme textos bíblicos, sino que con ayuda de la oración, de la razón la palabra baje al corazón y así pueda ser vivida, mi testimonio vaya en una coherencia entre lo que expreso con mis palabras pero sobre todo con mis comportamientos, actitudes y acciones, siendo luz y sal, que edifique, que mantenga la unidad y la fraternidad entre los hermanos, pero que sobre todas las cosas que cada día de mi peregrinar sea una oportunidad de crecimiento en la vida del Santo Espíritu en la cual mi corazón se transfigure cada día más al corazón de nuestro Señor Jesús viviendo la doctrina del amor enseñada por él, vivida por él, enmarcada en la cruz por él desde la radicalidad que involucra ser testigos del verdadero amor.