Por: Milagro Barahona Montoya
Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: "Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío". De igual modo, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: "Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros"» (Lc 22,7-20; cf Mt 26,17-29; Mc 14,12-25; 1 Co 11,23-26) (Catecismo de la Iglesia Católica, numeral 1339) así es como nuestro Señor Jesús constituyó la Santa Eucaristía.
Grandes Santos de la iglesia católica como San Juan María Vianney, mencionaba lo siguiente: “Si supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella” y es que durante la Eucaristía el cielo está en la tierra, conmemorando aquel jueves santo, “pues cada misa que se celebra se ofrece no sólo por la salvación de algunos, sino también por la salvación de todo el mundo” (Mysterium fidei)
La Santa Eucaristía es un sacramento tan sublime que quisiera recordarles lo bello del misterio de amor de nuestro señor, que en cada Eucaristía vivimos y que en cada Eucaristía él se hace y se sigue haciendo presente, cumpliendo a cabalidad con aquella promesa “yo estaré con ustedes hasta el fin” la transubstansación, así lo expresa el catecismo de la iglesia católica:
"Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros" (Rm 8,34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia (cf LG 48): en su Palabra, en la oración de su Iglesia, "allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre" (Mt 18,20), en los pobres, los enfermos, los presos (Mt 25,31-46), en los sacramentos de los que Él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, "sobre todo, (está presente) bajo las especies eucarísticas" (SC 7) (Numeral 1373).
El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, q. 73, a. 3). En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Concilio de Trento: DS 1651). «Esta presencia se denomina "real", no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen "reales", sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente» (MF 39). (numeral 1374).
A lo largo de la historia de la Iglesia Católica hemos tenido una gran lista de milagros Eucarísticos, dando testimonio de lo anteriormente descrito, por citar algunos tenemos:
El milagro de Lanciano, ocurrido en Italia en la región de Abruzzo, es uno de los más antiguos y el más importante para Italia.
Se produjo en el año 750 cuando un monje, que tenía dudas sobre la presencia real de Cristo en el pan y el vino, pronunció las palabras de consagración durante una Misa que celebraba en el monasterio de San Longino. De repente, el monje “vio cómo el pan se convertía en carne y el vino en sangre. Todo fue mostrado a los presentes”, señalan los documentos oficiales del Santuario del Milagro Eucarístico de Lanciano o Iglesia de San Francisco.
Doce siglos después, los fieles aún visitan y contemplan la reliquia que contiene la hostia del milagro, que en realidad es tejido humano en estado fresco y sangre coagulada.
El milagro de Legnica en Polonia, este milagro eucarístico es uno de los más recientes y sucedió en la navidad del año 2013 en la iglesia de San Jacinto, en la ciudad de Legnica (Polonia).
Durante la Comunión, una hostia cayó al suelo accidentalmente. El párroco de la iglesia, el P. Andrzej Ziombra, la puso de inmediato en un recipiente con agua para que se disuelva y la guardó en el sagrario, tal como dicta el Código de Derecho Canónico. Sin embargo, dos semanas después, los presbíteros del templo notaron que la hostia no se había modificado, excepto por una mancha roja que cubría la quinta parte de su superficie.
“Decidimos informar al obispo, que estableció una comisión científica teológica especial para analizar el evento”, dijo el P. Ziombra.
Cuando se pidió a dos de los institutos de medicina forense más importantes del país que examinaran la muestra, ambos encontraron que estaba compuesta de tejido miocárdico (corazón). Además, la segunda investigación en el departamento de la Universidad Médica de Pomerania descubrió que era “músculo cardíaco humano con alteraciones que a menudo aparecen durante la agonía”.
Cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe recibió los resultados, reconoció el suceso como una experiencia sobrenatural. Éste no fue el único milagro eucarístico en este siglo para Polonia: en el año 2008, en la iglesia de San Antonio de Sokółka, ocurrió un milagro eucarístico muy similar. (información tomada de ACI prensa)
Con todo esto, reflexionemos ¿Cuál es el valor que le estoy dando hoy a la Eucaristía?, ¿realmente vivo la eucaristía? más allá de mis situaciones personales, aflicciones, problemas, preocupaciones y angustias, cuando el sacerdote eleva la hostia consagrada en ese momento, vivo al Emmanuel, es decir, “Dios con nosotros” (Mysterium fidei) y que decir cuando al comulgar recibimos el cuerpo y la sangre de nuestro señor Jesucristo, en ese momento de unidad, de intimidad con nuestro señor Jesús ¿Cómo lo vivo? ¿cómo me preparo? ¿Cómo recibo a nuestro Señor Jesús? Y mejor aún ¿verdaderamente permito que el Espíritu Santo actúe convirtiéndome en custodia viva del Señor cuando comulgo?
Sea tu caminar largo o corto, recuerda querido hermano, querida hermana, la importancia y valor de la santa Eucaristía en donde esta nuestro baluarte y refugio, aquel que nos dice vengan a mi todos los que estén cansados y agobiados… Jesús está allí, en cuerpo, sangre, alma y divinidad, él se hace presente en el altar, pues como decía Santa Teresa de Ávila, él no se muda… pero y ¿tú acudes a su encuentro? ¿Acudes a esta cita con el amor de los amores?
Pidamos al Espíritu santo que nos ayude y guíe para que arda en nosotros ese fuego de amor por la Eucaristía para vivirla en Fé, convicción y en unión con Cristo Jesús, recordando buscar al Dios de las obras y no solamente las obras de Dios, viviendo al Dios de los milagros, no solamente los milagros de Dios, pero sobre todo amando verdaderamente al Dios de los imposibles.