El Silencio
noviembre 30, 2021Ficción o Realidad
enero 2, 2022Por: Eduardo Adames
En el año 2006 fui invitado a predicar en el Centro Católico Carismático en el Bronx, Nueva York; cuando termino de predicar se me acerca un sacerdote y me hace la siguiente pregunta: ¿hermano, de dónde salieron ustedes? mi respuesta fue tan espontánea y a la vez sincera: padre, nosotros salimos hace dos mil años del Cenáculo el día de Pentecostés, solo que muchos de ustedes, los curas, no nos dejan trabajar debido al clericalismo predominante.
El título de este artículo, “Un Mismo Ardor Apostólico”, nace de uno de los tantos mensajes claves del Papa Francisco al mundo ortodoxo en su visita a Chipre y a Grecia del 2 al 6 de diciembre de este año 2021: “Nos une un mismo ardor apostólico y el camino del Evangelio. La gracia de estar aquí me lleva a pensar que tenemos un origen apostólico común”
Etimológicamente la palabra ardor significa llama, fuego, calor; dando como resultado el significado de entusiasmo y fervor con que se realiza o se dice una cosa. Es fascinante leer el mensaje del Papa desde la etimología de la palabra ardor, o sea que nos une un mismo fuego apostólico, un mismo calor apostólico, o una misma llama apostólica.
Hablar de ardor apostólico, es hablar de ardor misionero; con razón San Vicente de Paúl decía: “Los quiero cartujos en la casa y apóstoles en el campo”. Nadie mejor que él sabía de lo que hablaba y a la vez hoy nos invita ya que el ardor apostólico nace de la experiencia en la contemplación y adoración a Jesús.
Ahora me detengo en nuestra realidad eclesial del 2021, y me cuestiona que a lo interno de la Iglesia no existe la vivencia al 100% del adjetivo “mismo” entre nosotros (clérigos y laicos) ya que vivimos todo lo contrario al mismo ardor apostólico, vivimos en el reino de frozen, como la película infantil que entretiene tanto a nuestros hijos e hijas.
Al principio les comentaba de mi experiencia en el Bronx, y me dolió entender que a los laicos se nos ve como bichos extraños cuando predicamos con ardor apostólico o misionero, cuando adoramos con ardor apostólico o misionero, cuando oramos con ardor apostólico o misionero y sobre todo cuando el Señor nos colabora confirmando la Palabra con las señales que la acompañan (Mc. 16,20) ya que se tiene la remota idea de que es un ministerio solo para los consagrados (sacerdotes y religiosas) y lastimosamente, estos consagrados se convierten muchas veces en los bomberos o apaga fuegos de muchos laicos con un mismo ardor apostólico o misionero.
Los invito a escudriñar la Palabra de Dios en Hch. 13,44-45 “El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para escuchar la Palabra de Dios. Los judíos, al ver a la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias cuanto Pablo decía”.
Este pasaje bíblico no tiene caducidad a pesar de que fue escrito hace 20 siglos atrás, porque lo vivimos muchos laicos hoy día en nuestras comunidades misioneras donde ejercemos el llamado de Jesús a llevar el Evangelio a todas las gentes.
En el texto de los Hechos, Lucas nos cuenta la experiencia de un hombre con un verdadero ardor apostólico, el gran Pablo, que está cumpliendo el ministerio encomendado de predicar a Jesús en cada lugar que pasaba y visitaba. Este poderoso personaje a penas se paraba en un púlpito, arrastraba a aquellos que estaban sedientos de la escucha de la Palabra de Dios, pero esto le traía como consecuencia la envidia de aquellos que quizás hacían lo mismo, pero sin el ardor apostólico o misionero que vivía y hacía vivir el apóstol de los gentiles en aquellos parajes del oriente conocido cuando proclamaba el Kerigma bajo la unción del Espíritu Santo.
Hoy día somos muchos los Pablos que estamos cumpliendo la gran comisión dada por Jesús a la Iglesia, pero también son muchos los judíos que se llenan de envidia al ver muchedumbres congregadas para escuchar la Palabra de Dios en nuestras comunidades y esa envidia los lleva a atacar, contradecir, suspender misiones, levantar falsos testimonios contra los misioneros sin importar que los que sufren son aquellas muchedumbres que se les priva de escuchar la Palabra de Dios proclamada por hombres y mujeres con un mismo ardor apostólico. Les comparto que es mucho más doloroso cuando estos judíos forman parte de nuestra familia espiritual regalada por el Señor y que con mucho amor apoyamos.
Desde esta plataforma hago un llamado a nuestros pastores (obispos y sacerdotes) invitándolos a que se dejen ayudar de aquellos laicos con ese ardor apostólico que tienen en sus corazones, nosotros sabemos y respetamos el lugar que ustedes tienen en la Iglesia y solo anhelamos como ustedes anhelan, buscar a aquellos marginados por la sociedad e incluso por la Iglesia, y llevarlos a los pies de Jesús desde nuestras realidades, con nuestras virtudes y defectos que son la materia prima que usa Jesús para llevar a cabo tan poderosa misión.
No permitamos que nuestros celos y envidias destruyan la obra del Señor encomendada a su Iglesia a los pastores y a los laicos; también quiero unirme a las palabras del Papa Francisco en la audiencia del 22 de octubre de 2014 cuando hablaba casualmente de los celos y la envidia dentro de la Iglesia y que afectan, decía el Papa, a personas clericales, pero también a cristianos que se creen virtuosos: «¡Cuánta división! ¡Cuánta envidia! ¡Cómo se habla mal de otros! ¡Cuánta incomprensión!». «¿Y esto, qué hace a la iglesia?», se preguntó el Pontífice: «¡Nos despedaza!». Como consejo para superar ese defecto, el Papa invitó a «apreciar las dotes de los demás, y dar gracias a Dios por habérselas dado a esas personas».
¡Qué fácil consejo del Papa! Apreciar y dar gracias, apreciar lo que tiene mi hermano o hermana para servir en la misión y dar gracias por eso que tiene, porque es un regalo de Dios. En mi caminar misionero he aprendido que mi hermano o hermana tiene algo que me es útil en la evangelización y que yo tengo algo que es útil para los demás en la evangelización.
Lo parafraseo así: doy gracias a Dios por el regalo de mi hermano y hermana en la obra misionera porque con sus muchos dotes, podemos cumplir el llamado a ser un misionero o misionera con “Un Mismo Ardor Apostólico”.
Unidos en San Vicente de Paúl
Eduardo Adames
Confraternidad de Periodistas y Escritores Vicentinos
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