Que Dios te reprenda
noviembre 9, 2021Un Mismo Ardor Apostólico
diciembre 13, 2021Por Milagro Barahona Montoya.
Cuán importante es el silencio en nuestra vida espiritual y cuan necesario para atender las inspiraciones que vienen de nuestro Padre celestial pues es en el silencio donde en muchas ocasiones encontramos guía, respuestas, entendimiento, claridad y discernimiento… pero ¿realmente estoy poniendo en práctica el silencio en mi día a día? O estoy tan inmerso en los ruidos externos y sobre todo los internos que ni siquiera son consciente de lo distraído o distraída que puedo estar en el afán diario, no tergiverses estas palabras, hermano, hermana pues nuestras acciones y labores ofrecidas al Señor son también oración sin embargo me refiero a la capacidad de tomar conciencia cuando estas hablando de más, cuando caes en conductas parlanchinas, cuando empañas tu capacidad de comunicar con simplemente causar ruido al oído de otros sin cuestionarte si es agradable esa conversación a Dios o más bien si es la voluntad de Dios verdaderamente que salga de tu boca aquello que estas transmitiendo, siendo tu conducta de reaccionar y no de responder, pues todo aquel que actúa sin refrenar sus labios esta actuando bajo estímulos primarios de simple impulso ante una situación mientras aquel que responde es amigo del silencio, se toma un momento para como diría San Ignacio de Loyola “Reflectir, reflectir” es decir profundizar en aquella situación (en búsqueda de sacar algún fruto o provecho) sobre todo antes de hablar, tampoco nos dejemos engañar por simplemente no emitir juicios pues sabemos, el ruido interior que pueden causar nuestros pensamientos, ya lo dejaría plasmado Santa Faustina:
“El silencio es una espada en la lucha espiritual; un alma platicadora no alcanzará la santidad. Esta espada del silencio cortará todo lo que quiera pegarse al alma. Somos sensibles a las palabras y queremos responder de inmediato, sensibles, sin reparar si es voluntad que hablemos. Un alma silenciosa es fuerte; ninguna contrariedad le hará daño si persevera en el silencio. El alma silenciosa es capaz de la más profunda unión con Dios; vive casi siempre bajo la inspiración del Espíritu Santo. En un alma silenciosa Dios obra sin obstáculos” (numeral 477 del Diario de Santa Faustina).
En las sagradas escrituras encontramos un texto conocido por todos: “María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior” (Lc 2, 19) preguntémonos hoy, si estoy siguiendo el ejemplo de la Virgen María ¿Medito en aquellos aconteceres diarios en los cuales me debato para buscar la guía de mi Padre Dios? O simplemente le doy rienda suelta a la lengua en quejas vanas, en criticar y en el peor de los casos desenvainar la lengua cual espada contra mis hermanos cayendo en la murmuración, difamación y calumnia cuando no he madurado espiritualmente y mi interior carece de silencio, sin pensar que ante mi creador deberé rendirle cuentas de los pecados de la lengua. La misma Santa Faustina expresaría en su diario muestras de su preocupación por estas faltas de las cuales muy poco tomamos conciencia de sus repercusiones en los otros y en nosotros mismos:
“La humillación es (mi) alimento cotidiano. Comprendo que la esposa acepta todo lo que atañe a su Esposo, por eso la vestimenta del desprecio que lo ha cubierto a Él debe cubrirme a mí también. En los momentos en que sufro mucho, trato de callarme, porque desconfío de la lengua que en esos momentos es propensa a hablar de sí misma, en lugar de servirme para alabar a Dios por todos los beneficios y dones que me han sido proporcionados. Cuando recibo a Jesús en la Santa Comunión, le ruego con fervor que se digne sanar mi lengua para que no ofenda con ella ni a Dios ni al prójimo. Deseo que mi lengua alabe a Dios sin cesar. Grandes culpas se cometen con la lengua. Un alma no llegara a la santidad si no tiene cuidado con su lengua”. (numeral 92 del Diario de Santa Faustina)
En la Carta del Apóstol Santiago encontramos “Hermanos muy queridos, sean prontos para escuchar, pero lentos para hablar y enojarse” (Stgo 1, 19) invitándonos a comprender la importancia del silencio, a aprender ser personas reflexivas y discernir que enseñanza se esconde detrás de aquella situación que se me esta presentando para mi crecimiento de vida cristiana y ofrecer cualquier incomodidad, malestar, incomprensión, sufrimiento, dolor o injusticia como sacrificio, penitencia, mortificación e incluso reparación de mis propias faltas.
Sea tu caminar corto o largo hermano, hermana en cristo analiza, reflexiona y medita, toma consciencia, todos podemos cometer faltas pues somos frágiles y débiles es por esta razón que siempre Jesús nos espera en la reconciliación, para perdonarnos y a su vez irnos corrigiendo, tampoco seamos de oídos alegres al desecho que emiten los demás pues la escritura nos enseña también hacer corrección fraterna con aquel hermano que ha desviado el caminar y su comportamiento no va acorde a las enseñanzas de Jesús, más bien profundiza en el silencio, las gracias y los frutos que surgen de el en el camino a la Santidad.